Por Rubén Moreta
En la segunda mitad del siglo XV Europa desarrolló expediciones marítimas interoceánicas buscando obtener una nueva ruta mercantil que los acercara a productos asiáticos para satisfacer necesidades de consumo (sedas, pimienta, sal, clavo de olor, canela y metales preciosos).
Estas exploraciones surgen a partir de que los turcos se habían apoderado de Constantinopla, un enclave fundamental ubicado en el rincón donde se unen Europa y Asia, lo cual encareció el comercio en el Mar Mediterráneo.
España, que sonreía por haber logrado su cohesión territorial tras el matrimonio de los Reyes Católicos, Fernando e Isabel, tuvo los bríos para emprender una arriesgada empresa de exploración marítima comercial que por su “éxito” la empinó a convertirse en una poderosa potencia económica y política.
Al frente del proyecto estuvo el Almirante Cristóbal Colón, quien por errores de apreciación geográfica, habiendo llegado a nuevas tierras, creyó haber llegado a la India.
La expedición colombina trajo como consecuencia el hallazgo de territorios desconocidos con abundante oro, plata y numerosos alimentos que rápidamente conquistaron el paladar de los ibéricos.
Los conquistadores querían especialmente metales preciosos. Cristóbal Colón rápidamente codició el oro de la española. Escribió en su diario: “el oro es excelentísimo: del oro se hace tesoro y con él, quien lo tiene, hace cuanto quiere en el mundo”.
Para apoderarse de esas riquezas España patrocinó un cruento proceso de conquista con despojo y desculturación. En busca de oro, los pobladores originarios fueron obligados a trabajar en faenas extractivas día y noche.
A ese modelo de trabajo los nativos no estaban acostumbrados, lo cual contribuyó al aumento de las enfermedades y muerte precoz. En el caso de la Isla de Santo Domingo, los nativos fueron conminados a faenas insoportables, lo que aceleró su total desaparición.
Frente al modelo esclavista, hubo expresiones de resistencia. El cacique Caonabo fue el primero en la Isla la Española en enfrentar a los colonizadores. Con fiereza y gallardía asumió la defensa de su raza frente al brutal proceso de conquista llevado a cabo por los colonizadores europeos.
El cacique Caonabo enfrentó con determinación a los invasores desde que estos instalaron el primer asentamiento en la isla.
A mediados de 1493, frente a los desmanes iniciados en el cacicazgo de Marien en el noroeste de la isla, Caonabo y sus guerreros caminaron cientos de kilómetros atravesando la Cordillera Central para ajusticiar a los treinta y nueve hombres que dejó el Almirante Cristóbal Colón en el Fuerte de la Navidad, primer emplazamiento militar europeo en el Nuevo Mundo, al mando de Rodrigo de Triana.
El Cacique Caonabo fue el iniciador de la lucha anticolonialista en el caribe. Su firme rechazo a la conquista insular fue un digno ejemplo de rebeldía e impugnación a un orden que avasalló a los de su raza.
Por eso, este cacique merece ser recordado siempre como un gran líder antiesclavista y ponderado como se recuerdan a los grandes héroes nacionales con actividades conmemorativas en las escuelas, liceos, colegios y universidades por ser el sembrador de la semilla de la lucha por la libertad en las tierras del Nuevo Mundo.
El autor es Profesor UASD.