Don Pablo estaba sentado en el parque de Comendador aquella tarde del lunes 25 de febrero, con sus 80 años a cuesta y los bríos de un joven cuarentón que aún se siente con las fuerzas de enamorar a una hembra.
Se ríe animado al ver que me siento cerca de él, se arrima un poco más y se dispone a conversar. Le pregunté cuál lugar me recomienda conocer del pueblo y vuelve a sonreír y responde “Oh, el parque”.
Confiesa que no es de Elías Piña sino de Las Matas de Farfán, un municipio que pertenece a la provincia San Juan (poblado cercano al límite fronterizo), y que viene porque tiene una mujer aquí con la que “vive” hace casi siete años.
Pablo se niega a creer que Elías Piña es una de las provincias más pobres del país porque dice que uno de los mercados más grandes está aquí en Comendador y refiere que se da un gran comercio entre haitianos y dominicanos.
“Aquí se mueven los cuartos, porque aquí negocia mucho la gente”, asegura Pablo convencido de que no se equivoca, pero al reflexionar cae en cuenta de una realidad tangible: “lo que pasa es que es migaja lo que le queda a la gente. La mayor parte del dinero se queda en las manos de los dueños de los grandes negocios”.
La provincia más pobre
Don Pablo, con sus 80 años yendo y viniendo de Las Matas a Elías Piña, no sabe que ésta es la provincia más empobrecida del país, con un índice de desarrollo humano (IDH) 40% más bajo que el promedio nacional.
Él siente que las cosas no garantizar el desarrollo, e ingresos suficientes para lograr una vida digna.
Cerca del 44% de la gente no cuenta con seguros de salud, solo el 47% de la población infantil tiene acceso a la educación primaria y el ingreso mensual por persona es de RD$1,098.53, unos RD$13,182.44 al año, según datos del Programa de Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD).
No hay dónde trabajar
En Comendador, municipio cabecera de Elías Piña, los empleos formales son escasos, solo en el sector público se encuentran algunas plazas, que se desocupan escasamente cuando cambian de autoridades.
Es el comercio informal que se desarrolla fundamentalmente en el límite fronterizo y en el mercado, los días de intercambio binacional (lunes y viernes), además de la agricultura de rubros como maíz, arroz, habichuela, maní, lo que sostiene a este pueblo que languidece sin esperanza de que un día las cosas serán distintas.
No existen supermercados ni plazas comerciales, solo pequeños negocios pueblerinos. La inversión privada es casi nula.
Con poca esperanza
A pesar de este panorama, jóvenes como Yafreisi Mateo Valdez y Adolfo Mateo Mateo se empeñan por estudiar. Es que saben que es la única forma de tener un futuro distinto dentro o fuera de su pueblo.
Yafreisi sonríe con las fortalezas que le da la fe y dice que aunque ella y sus cuatro hermanas quedaron huérfanas todas estudian con la ayuda de su madre para mejorar su futuro. Admite que piensa irse de Comendador y recuerda que su papá le decía que se preparen para que se vayan de Elías Piña porque no hay oportunidades para los jóvenes. “Yo siempre pienso en eso”, afirma con pesar.
Aún cuando las condiciones son precarias muchos jóvenes se resisten a la pobreza que amenaza con enterrar sus sueños, unos se van a la capital, otros luchan por ser profesionales, pero todos buscan oportunidades para sobrevivir en el pueblo.
están tan mal porque nunca han sido diferentes. A pesar de las mejoras notables que en materia de salud y educación han alcanzado las provincias fronterizas, aún sus habitantes tienen limitaciones fuertes en las tres dimensiones mínimas para lograr el bienestar humano: salud para alcanzar una vida larga, educación para. (Listindiario).