De las tres grandes figuras próceres siglo 19, fundadores del país, Matías Ramón Mella representa la expresión militante y decidida y el más adaptado a las actividades políticas de una sociedad precapitalista. Matías Ramón (que, por error, anteriormente se le llama Ramón Matías)
su adolescencia, a Mella se le admiraba como un hombre muy valiente, cimentando su fama en la gran destreza conque usaba el sable y la espada. El 25 de febrero de 1816 nació en la ciudad de Santo Domingo Matías Ramón Mella Castillo, hijo de Antonio Mella y Álvarez y Francisca Castillo Álvarez.
A los 19 años, en 1835, fue nombrado “Preposé”, cargo equivalente a encargado de la común de San Cristóbal, donde conoció a Antonio Duvergé, para ese entonces un conocido comerciante que se dedicaba al corte y exportación de madera, actividad a la que también se dedicó Mella.
A los 20 años se casó con María Josefa Brea, perteneciente a una de las familias burguesas de Santo Domingo. Una vez fundada la sociedad secreta La Trinitaria, Matías Ramón Mella se incorporó a ella junto a Francisco del Rosario Sánchez y Félix María del Monte.
Su experiencia militar, su liderazgo y su conocimiento de la idiosincrasia del pueblo haitiano, le valió para que Juan Pablo Duarte le encomendara la tarea de ponerse en contacto con la oposición haitiana organizada en el movimiento La Reforma y encabezada por Charles Herard, misión en la que había fracasado Juan Nepomuceno Ravelo.
Tras el acuerdo de Mella con los dirigentes de La Reforma, los trinitarios participaron activamente, en los planos político y militar, para derrocar a la dictadura de 25 años de Boyer. Sin embargo, una vez derrocado Boyer, Charles Herard ordenó el apresamiento de Mella, quien encabezaba en el cibao el ideal independentista.
Junto a Mella fueron apresados Rafael Servando Rodríguez y el sacerdote Juan Puigbert, siendo los tres trasladados hasta Puerto Príncipe, donde, acusados de querer destruir al ejército de Haití, guardaron prisión por más de dos meses.
La Independencia Una vez de regreso a la parte oriental de Santo Domingo, y sabiendo que la persecución de Charles Herard contra los trinitarios obligó a Juan Pablo Duarte a exiliarse, Mella y Sánchez se pusieron al frente de los preparativos revolucionarios, y en enero de 1844 ambos redactaron el Acta de Independencia.
La noche del 27 de febrero de 1844, Matías Ramón Mella fue de los primeros conjurados en llegar a la entonces Puerta de la Misericordia, donde se habían citado los trinitarios para proclamar el nacimiento de la República e iniciar la guerra de la independencia.
Pero no todos llegaron y el temor reinaba en el puñado de conjurados. Trabucazo de Mella disipó la vacilación que reinaba Ante la vacilación que reinaba la noche del 27 de febrero de 1844, Mella dispara su trabuco y se proclama la independencia.
Mella formó parte de la Junta Central Gubernativa, presidida por Sánchez. Tras la anexión a España e iniciada la guerra de la restauración, Mella es designado Ministro de Guerra, y elabora su “Manual de Guerra de Guerrillas”.
El 4 de junio de 1864, fruto de una disentería aguda, Mella muere en la más absoluta pobreza Ramón Matías Mella fue el primer teórico de la guerra de guerrillas en esta parte del mundo, igual que Fray Antón de Montesinos fue el creador del derecho de gente con el célebre Sermón de Adviento que es una de las joyas de la cultura humanística: “Decid ¿con qué derecho y con qué justicia tenéis en tan cruel y horrible servidumbre aquestos indios? ¿Con qué autoridad habéis hecho tan detestables guerras a estas gentes que estaban en sus tierras mansas y pacíficas, donde tantas infinitas de ellas, con muertes y estragos nunca oídos, habéis consumido? ¿Cómo los tenéis tan opresos y fatigados, sin darles de comer ni curarlos de sus enfermedades, que de los excesivos trabajos que les dais incurren y se os mueren y por mejor decir, los matáis, por sacar y adquirir oro cada día?”.
Mella jugó un papel protagónico la noche del 27 de Febrero de 1844 en la Puerta de la Misericordia, y se le atribuye un famoso trabucazo que dio inicio al movimiento de separación de Haití, que luego se convirtió en guerra de independencia. A Mella “se le tenía y respetaba como un entendido en asuntos militares. Y lo demuestra cuando se inicia la Guerra Restauradora. Incorporado al Movimiento, en agosto de 1863, se le confiaron importantes misiones.
Viajó al sur atravesando la Cordillera Central por Constanza, con el encargo de organizar las tropas restauradoras dirigidas por Pedro Florentino. Es designado Ministro de la Guerra y elabora el Manual de Guerra de Guerrillas que dirige por medio de una circular de fecha 26 de enero de 1864 y que recoge toda la experiencia del pueblo dominicano en esta forma singular de lucha.
El general Mella, mientras rendía sus útiles servicios a la causa, fue atacado de disentería y exhaló el último aliento en extrema pobreza el 4 de junio de 1864”.
Que no sean dueños más que del terreno que pisan. Más que manual de guerrilla se trata de un parte de guerra que cabe en una página, el famoso parte o circular del prestigioso militar dominicano, un personaje fuera de serie que tiene un lugar de primer orden en nuestra historia y ha trascendido, por esa pequeña pieza de ingeniería militar, como estratega digno de respeto.
Lo respetó seguramente Máximo Gómez, que en la guerra de restauración combatió a favor de España y luego hizo suyas las tácticas de la circular en su lucha contra España en Cuba.
El “Diario de campaña” de Máximo Gómez tuvo a su vez grandes admiradores como el general alemán Rommel y el general vietnamita Vo Nguyen Giap, y desde luego el Che Guevara.
El parte de Mella, fundador de la guerra de guerrillas en Santo Dominingo, resume en nueve puntos esenciales lo que ya era norma en la guerra de restauración contra España, y lo hace con una lucidez, con una fina inteligencia que no deja de sorprender.
“Teorizar –de acuerdo con Giulio Carlo Argan- significa trasponer desde el terreno de la práctica al terreno de las ideas”.
Eso hizo Mella: “1.- En la lucha actual y en las operaciones militares emprendidas, se necesita usar de la mayor prudencia, observando siempre con la mayor precaución y astucia para no dejarse sorprender, igualando así la superioridad del enemigo en número, disciplina y recursos.
2.- Nuestras operaciones deberán limitarse a no arriesgar jamás un encuentro general, ni exponer tampoco a la fortuna caprichosa de un combate la suerte de la República; tirar pronto, mucho y bien, hostilizar al enemigo día y noche, y cortarles el agua cada vez que se pueda, son puntos cardinales, que deben tenerse presentes como el Credo.
3.- Agobiarlo con guerrillas ambulantes, racionadas por dos, tres o más días, que tengan unidad de acción a su frente, por su flanco y a retaguardia, no dejándoles descansar ni de día ni de noche, para que no sean dueños más que del terreno que pisan, no dejándolos jamás sorprender ni envolver por mangas, y sorprendiéndolos siempre que se pueda, son reglas de las que jamás deberá Ud. apartarse.
4.- Nuestra tropa deberá, siempre que pueda, pelear abrigada por los montes y por el terreno y hacer uso del arma blanca, toda vez que vea la seguridad de abrirle al enemigo un boquete para meterse dentro y acabar con él; no deberemos por ningún concepto presentarle un frente por pequeño que sea, en razón de que, siendo las tropas españolas disciplinadas y generalmente superiores en número, cada vez que se trate de que la victoria dependa de evoluciones militares, nos llevarían la ventaja y seríamos derrotados.
5.- No debemos nunca dejarnos sorprender y sorprenderlos siempre que se pueda y aunque sea a un solo hombre.
6.- No dejarlo dormir ni de día ni de noche, para que las enfermedades hagan en ellos más estragos que nuestras armas; este servicio lo deben hacer sólo los pequeños grupos de los nuestros, y que el resto descanse y duerma.
7.- Si el enemigo repliega, averígüese bien, si es una retirada falsa, que es una estratagema muy común en la guerra; si no lo es, sígasele en la retirada y destaquen en guerrillas ambulantes que le hostilicen por todos lados; si avanzan hágaseles caer en emboscadas y acribíllese a todo trance con guerrillas, como se ha dicho arriba, en una palabra, hágasele a todo trance y en toda extensión de la palabra, la guerra de manigua y de un enemigo invisible.
8.- Cumplidas estas reglas con escrupulosidad, mientras más se separe el enemigo de su base de operaciones, peor será para él; y si intentase internarse en el país, más perdido estará.
9.- Organice Ud. dondequiera que esté situado, un servicio lo más eficaz y activo posible de espionaje, para saber horas del día y de la noche el estado, la situación, la fuerza, los movimientos e intenciones del enemigo”.
He aquí el gran legado de parte del general Ramón Matías Mella. La página más brillante de la historia millitar dominicana.